Jesús García Corona nació en Hermosillo, Sonora,
México, el 13 de noviembre de 1881 fue
un maquinista mexicano recordado por dar su vida para salvar al pueblo de
Nacozari, Sonora, por lo que se le conoce como El Héroe de Nacozari. Recién
cumplidos sus 17 años, Jesús solicitó empleo directamente en la oficina del
ferrocarril de la Compañía Minera. Debido a su corta edad, el encargado W.L.
York le brindó trabajo como aguador; pero fue promovido rápidamente, y ascendió
en poco tiempo al sector de mantenimiento de vías. Trabajó como controlador de
frenos y posteriormente como bombero. A la corta edad de 20 años llegó a ser
ingeniero de máquinas.
En la primavera de 1904 fue premiado con un viaje
con gastos pagados a San Luis, Missouri, Estados Unidos. Con él viajaron los
mecánicos Rafael Rocco y Cipriano Montaño; José Vejar, encargado del
concentrador; Zacarías Ruiz y Heraclio Ramos, del departamento de almacenes; el
electricista Ignacio Montaño; Francisco Ancira, y Manuel Vázquez, del
departamento de ventas de la compañía.
Cerca de las 6 de la mañana del 7 de noviembre de
1907, Jesús se dirigió al centro de Nacozari. Su locomotora fue la #2
(erróneamente conocida como #501, debido a una canción popular), construida
bajo pedido a la Compañía Porter de Pennsylvania en mayo de 1901, y era un poco
menor que las utilizadas normalmente. Después de haber sido engrasada, ya lista
para salir, Agustín Barceló e Hipólito Soto, guardafrenos, reportaron que
Albert Biel, un alemán de edad madura, se encontraba en el Hospital, por lo que
Jesús García lo reemplazó y quedó a cargo del tren.
Jesús García debía llevar un cargamento de cuatro
toneladas de dinamita (utilizadas en la ampliación de la mina), al almacén de
explosivos para colocarse en dos furgones. Era el más poderoso tipo de
dinamita, traído por tren desde Oakland a Pilares y Nacozari.
Llegó en la locomotora en pocos minutos a El Seis
(a seis millas de Pilares), donde había almacenes y casas de trabajadores que
mantenían las vías. Para hacer posible la quema segura de combustible, la
locomotora contaba con un contenedor, en donde las chispas eran sofocadas con
mallas. Pero en esos días no estaba funcionando, Jesús reportó que algunas
brasas vivas estaban escapando del mismo.
Después de una primera vuelta a la Mina, la
locomotora alcanzó de nuevo El Seis. Con suerte, Jesús debía completar dos
corridas más. Un mensajero lo aborda para darle una noticia inesperada:
"necesitaban suplementos en la mina y debía dirigirse en el tren al más
bajo nivel y hablar con el señor Elizondo".
Durante la operación de carga del tren, Jesús
aprovechó para ir a casa. Jesús encontró a su madre alterada la cual le comentó
un presentimiento de que no lo volvería a ver.
Jesús dejó 50 de sus góndolas en El Seis y
descendió a la mina, en el nivel más bajo, el cargamento había sido completado.
En espera de su locomotora, Jesús descubrió que los
trabajadores habían dejado disminuir el fuego, lo cual había ocasionado una
pérdida de presión del vapor. Los ingenieros en otro error aún más serio: no
colocaron los carros con explosivos al final del cuerpo del tren. En este
viaje, los trabajadores colocaron la dinamita en los dos primeros carros,
enseguida de la caldera. La disposición de la carga debía ser autorizada por el
conductor, pero ese día no había tal autorización.
Al aumentar la presión del vapor, luego, tan lento
como fue posible, Jesús dio reversa al vehículo y lo colocó fuera de la mina;
el viento del norte empezaba a jugar con los remolinos del humo y del vapor.
Librada del freno, la locomotora trabajaba en contra del viento; las chispas
vivas, emanadas del contenedor, que no había sido arreglado, volaron sobre el
motor y la cabina, llegando incluso hasta los dos primeros furgones, cargados
con cajas de dinamita. Al principio el fuego fue notificado por la cuadrilla de
trabajadores y más adelante por simples transeúntes. Francisco Rendón, frenero
encargado de dirigir los rieles a Pilares, y el otro frenero intentaron
inútilmente detener con sus ropas el fuego. Jesús le pidió a la cuadrilla que lo
acompañaba que se arrojaran del tren e imprimió toda la fuerza a la locomotora.
Obedeciendo las órdenes de Jesús, José Romero saltó del tren y rodó hacia la
maleza. Milagrosamente había alrededor una loma en donde se refugió.
Jesús y su locomotora subieron a través del
escarpado. Necesitaban avanzar otros cincuenta metros para llegar a un terreno
plano en donde Jesús pudiera así luchar por su vida pero no lo logró.
De esta manera, al alejarse del pueblo, Jesús
García salvó a Nacozari y a sus habitantes de sucumbir ante una explosión tan
enorme, ya que la locomotora desapareció completamente. Jesús murió al
instante, lanzado por el frente de su cabina. Gran parte del motor fue también
lanzado y el cuerpo de Jesús fue alcanzado por las ruedas traseras.
Un estruendo como temblor sacudió Nacozari y la
onda de expansión quebró vidrios y sacudió las habitaciones; ésta fue oída a 16
kilómetros de Nacozari.
La carnicería en el kilómetro seis era impresionante. Cuatro
obreros fueron muertos y un niño de 15 años fue atravesado por un metal lanzado
desde cien metros en donde ocurrió la explosión. Del almacén no quedó nada, 18
de los residentes y demás trabajadores fueron heridos y trasladados en vagones
al hospital en Nacozari. En silencio, los sobrevivientes removían los escombros
del tren: carros despedazados y cabinas destruidas. El motor estaba encajado en
un cráter, lejos de las vías. Jesús fue identificado por sus botas, lo cual fue
trabajo de sus hermanos, quienes recogieron los restos y lo llevaron a casa. En
total fueron 13 las personas que murieron, pero sin duda fueron cientos los que
salvaron la vida debido al heroísmo mostrado por Jesús, quien alejó el tren lo
más posible del pueblo. Al morir Jesús contaba con 25 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario