Ella era una joven perdidamente enamorada de un
marino, el cual constantemente se veía forzado a dejarla sola para atender sus
responsabilidades en el mar. Sin embargo, ella sabía de su inminente regreso y
siempre le esperaba ansiosa a las orillas de la playa.
Antes del que sería su último viaje, él le propuso
matrimonio y le prometió que se casarían a su regreso. La joven le esperó como
ya lo había hecho muchas veces antes, pero nunca pudo volver a verlo. Meses
después le avisaron que la embarcación se había hundido y él había muerto, pero
ella decidió nunca darse por vencida, aferrándose a la esperanza de que su
amado regresaría eventualmente.
Pasaron años y la joven dejó de serlo, pero seguía
fijando su mirada al horizonte, buscando al hombre que le prometió volver.
Comenzó a perder sus facultades mentales y su realidad ya no concordaba con la
del resto; se le veía en el puerto usando un vestido de novia y la gente
murmuraba sobre ella.
Al paso de los años la mujer murió, su nombre quedó en
el olvido pero su espíritu quedó para siempre en el muelle de San Blas.
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